Retos y oportunidades del sistema penitenciario en América Latina

  • Episodio del podcast BID Hablemos de Seguridad, Beatriz Abizanda y Rodrigo Serrano-Berthet presentan una perspectiva integral de los retos y oportunidades del sistema penitenciario en América Latina y el Caribe. 

El principal desafío de los sistemas penitenciarios latinoamericanos tiene que ver con un conjunto de tres factores que son: el uso desmedido de la prisión, el hacinamiento carcelario, y la baja eficacia para prevenir la reincidencia criminal. Estos tres desafíos están interligados.  El uso desmedido de la prisión, lleva al hacinamiento carcelario, que al mismo tiempo hace más difícil tener las condiciones mínimas para políticas de tratamiento y de prevención de la reincidencia. Algunos números que ilustran estos desafíos: en la región tenemos más de un millón y medio de privados de libertad. En los últimos 20 años esto ha aumentado un 120%, mientras que en el resto del mundo aumentó sólo un 24%. La tasa de encarcelamiento para la región (esto es la tasa de privados libertad por 100,000 habitantes) aumentó alrededor de un 28% durante la última década, particularmente entre mujeres y jóvenes. Y esto tiene que ver con políticas de endurecimiento penal que ha habido en la región, tanto mayor uso de la prisión, como sentencias más largas y un muy bajo uso del sistema de penas alternativas al encarcelamiento.  Existe un porcentaje importante de privados de libertad que están por delitos de drogas, relativamente menores, no violentos para los cuales probablemente mejor que la cárcel sería un tribunal de drogas con un tratamiento de salud, con un seguimiento judicial.  Pero lamentablemente este tipo de mecanismos son muy débiles o no existen en la región, y por eso se tiende a abusar de la cárcel como la única forma de castigo, que tendría que estar reservada para los casos más graves donde realmente es importante la prisión para proteger a la sociedad, a la comunidad. No sólo esto, sino que también tenemos un porcentaje muy alto de presos provisorios. Más del 40% de la población de nuestras cárceles están sin condena. Y este aumento de la población penitenciaria hace más difícil evitar las situaciones de hacinamiento carcelario, que es el otro desafío. Tenemos prisiones en nuestros países que alojan hasta 3 veces más de su límite de residentes, y encuestas penitenciarias nos dan algunos datos, como, por ejemplo, el 58% de los internos no tiene una cama para dormir, 20% no tiene suficiente agua potable. En estas condiciones se hace muy difícil implementar políticas de trato y tratamiento que trabajen los factores criminógenos. Por lo tanto, cuando salen de la cárcel la probabilidad de reincidir es muy alta, qué es el tercer elemento que estaba destacando. Lamentablemente no tenemos buenas estadísticas sobre reincidencia en la región. Además de estos desafíos estructurales existe un conjunto de desafíos más, que tiene que ver con la gestión de los sistemas penitenciarios que me parece que Beatriz podría explicarlos mejor.

Justamente uno de los temas qué tiene que ver es la debilidad de la gestión penitenciaria. Y esto es importante tenerlo en cuenta porque los sistemas penitenciarios son en general el último eslabón de la política pública, porque prioridades en materia educativa, de salud, de protección social, etcétera, suelen tener preeminencia sobre la gestión penitenciaria. Y por otra parte el sector penitenciario, como último eslabón del sistema de justicia penal, también ha sido sorprendido por el creciente nivel de criminalidad y de multiplicación y de sofisticación, sobre todo, de la delincuencia. La delincuencia cambió. Cambió el tipo de delincuencia y por lo tanto el sistema penitenciario, que en letra tiene que preparar para un egreso exitoso y libre de crimen, se ha visto un poquito desbordado por eso, y la gestión penitenciaria también.  Las debilidades de la gestión penitenciaria son múltiples, y de manera muy sintética a mí me gustaría poner en evidencia una de ellas: en la actualidad los sistemas penitenciarios están aquejados de una debilidad importante de formación específica en trato y tratamiento penitenciario. En general en la región la formación es muy discursiva y poco aplicada. Suele ser también muy corta. Hay países inclusive donde la inducción, tanto de lo que son labores de custodia, como de tratamiento, a veces son de dos semanas. Es importante también pensar que en muchos de los sistemas penitenciarios de nuestra región no existen carreras penitenciarias. Por lo tanto, es difícil que estas personas que trabajan en condiciones de estrés muy grande, no olvidemos cómo están la situación penitenciaria, del hacinamiento, de la debilidad, etcétera, viven sometidos a un enorme estrés y no tienen mecanismos de motivación de mejor carrera para poder sobrellevar las presiones muy grandes que tiene el trabajo penitenciario.  Existe también una cierta precarización laboral. Y una de las cosas que crecientemente la investigación está poniendo en evidencia es que los sistemas penitenciarios, estructurados, con personal motivado, tienden a preparar mejor al egreso a las personas privadas de libertad. Por lo tanto, inversión en formación penitenciaria puede incidir favorablemente en la capacidad de rehabilitación de nuestros sistemas penitenciarios. También cuando uno piensa en un centro penitenciario, tiene que pensar en el tipo de instalación que es. Se mezclan servicios de escuela para nivelación académica, de restauración, para que las personas que están ahí tengan acceso a la alimentación, y hospital, porque tienen que tener acceso a la salud. Y se necesita un cuerpo de administradores penitenciarios que puedan manejar estas dificultades del sistema penitenciario. Pero es que además de estos dos obstáculos importantes para una gestión más eficiente de el sistema penitenciario, y éste es uno de los problemas digamos más importantes que tenemos para empezar a resolver el nudo gordiano de las prisiones, es la falta de información sobre quiénes son las personas que están dentro de sistemas penitenciarios. Es fundamental conocer quiénes son las personas que están dentro de nuestros sistemas penitenciarios. Es el primer paso para diseñar planes individualizados que permitan recuperar los déficits socioemocionales, académicos, y laborales que muchas veces fueron los que llevaron a estas personas a acabar privadas de libertad.

Hay un gran desconocimiento sobre las personas que se encuentran dentro de las cárceles de nuestra región. Si bien no sabemos mucho, estamos empezando a averiguar y profundizar sobre quiénes son las personas privadas de libertad a través de las encuestas penitenciarias. Varias de estas han sido lideradas y apoyadas por el BID. ¿Qué información preliminar podemos resaltar de las encuestas penitenciarias?

Alguna de las características que vale la pena mencionar: 92% son hombres. La edad media del privado libertad son 34 años, y el promedio de edad de la primera condena fue a los 22 años. Otro aspecto importante es que generalmente son poblaciones económicamente activas. Más del 75% tenía trabajo en el mes anterior a su detención. En términos de estudio lo que vemos es que la edad habitual de interrupción fue a los 15 años, y en general, para la mayoría de los privados de libertad, el delito ha sido de robo, y en segundo lugar homicidio. Uno de los factores que está presente en el 35% de los privados de libertad es haber consumido drogas o alcohol en las 6 horas previas a su detención. Las encuestas son obviamente mucho más detalladas y complejas, pero acá hay dos mensajes que quiero rescatar. Dos cosas que me parecen importantes: una sobre los jóvenes, y otra sobre el trabajo. Sobre los jóvenes, cualquier persona que visitó una cárcel de nuestra región, lo que ve es que básicamente están pobladas por jóvenes de bajos recursos que vienen de comunidades pobres y de fuerte raíz afrodescendiente, en los países de donde las poblaciones afrodescendientes son importantes. Por ejemplo, en Brasil, eso es muy claro, y son jóvenes que uno puede decir que en general en su mayoría, la sociedad, su familia, sus comunidades, el Estado, les ha fallado. En distintos momentos donde la sociedad, distintas organizaciones tuvieron la oportunidad, principalmente el Estado, de intervenir y protegerlos frente a esos factores de riesgo que se mencionaban antes, no lo hizo. Y creo que lo importante es ver al sistema penitenciario, valorarlo como una segunda oportunidad, como una segunda oportunidad no sólo para esos jóvenes sino también para la sociedad de lograr sociedades más justas y seguras. El hecho de que son jóvenes, quiere decir que van a salir probablemente de las prisiones cuando todavía sean jóvenes, y si no hacemos nada para evitar que delincan, quiere decir que van a tener una carrera criminal larga por delante. Entonces el retorno para la sociedad de hacer algo para evitar la reincidencia es muy alto, por la protección de todos los crímenes futuros que se estarían evitando. Ese es un primer punto. El segundo que me parece importante destacar de estas estadísticas que mencioné es que dos terceras partes trabajaban. Y esto es interesante porque en general hay una visión muy arraigada de que dando trabajo y educación a los privados de libertad ya vamos a lograr que no reincidan. Y esto es solo parcialmente cierto y correcto.

Es cierto que la baja educación, la falta de empleo o trabajo precario es un factor de riesgo. Los estudios lo muestran así. Pero hay otros factores de riesgo que tienen mucho más peso. Como por ejemplo: la asociación con pares antisociales, o aspectos de la cognición o de su personalidad de corte antisocial. Entonces si a estas personas que tienen estos otros factores de riesgo solamente les damos oportunidad, empleo, o educación, pero esa persona sigue juntándose con pares antisociales, sigue pensando que lo único que puede hacer bien en la vida es robar, y que nada más le va a funcionar, no va a valer de nada ese esfuerzo que el Estado y que el sistema penitenciario hace por darle una oportunidad de empleo. Entonces creo que esto es algo importante de este trabajo integral, qué necesitan hacer los sistemas penitenciarios para trabajar las principales características, que realmente a cada uno de manera individualizada, como decía Beatriz antes, los llevaron a cometer un delito y trabajar de manera integral, y no simplemente pensar que uno o dos cosas van a resolver situaciones complejas y variadas como las que uno encuentra en las prisiones de la región.

En materia de género y diversidad, ¿qué nos dicen las encuestas penitenciarias sobre esta población dentro de las cárceles de América Latina y el Caribe? Es una realidad que cada vez es más visible porque cada vez es más creciente el número de mujeres que están privadas de libertad en América Latina y el Caribe. Pero una cosa que es importante a tener en cuenta, y esto no solamente es una cuestión que sucede la región sino también fuera, como en Europa, es que en general las trayectorias socio delictivas de las mujeres difieren bastante con las de los hombres. Pero voy a dar simplemente una pincelada de que mujeres son las que en este momento están en los sistemas penitenciarios de América Latina el Caribe. En general la mayoría se encuentran encarceladas por tráfico de estupefacientes.  Y en general son delitos que se cometen sin armas. Esto también es una observación que se hace a nivel global. Las mujeres, los delitos que suelen cometer son delitos menos violentos que la de los hombres. Adicionalmente, la proporción de mujeres reincidentes entre la población tal y como lo hemos medido mediante las encuestas penitenciarias, nos arroja el resultado de que en general las mujeres son menos reincidentes. Así el 19% de las que están privadas de libertad son reincidentes versus un 33% para los hombres. Es importante también darse cuenta de una problemática muy específica que suelen tener o qué por ser mujeres, las mujeres sufren. En general las trayectorias de estas mujeres tienen que ver con delitos de tráfico de estupefacientes, y han nacido o han vivido trayectorias muy marcadas por la exclusión social, por el abuso, por la violencia que ellas mismas han vivido en su familia con condiciones económicas realmente complejas.  

Muchas de ellas son madres de familia, y aquí viene uno de los grandísimos problemas de las mujeres en prisión. Y es el tema de los hijos menores de edad. Sobre todo cuando son muy pequeños, o algunos que inclusive nacen mientras ellas están privadas de libertad. Y ahí está la difícil decisión que tienen que tomar los sistemas penitenciarios y sobre todo las leyes, los legisladores de los países acerca de la preservación del vínculo materno filial y el hecho de que los niños crezcan en ambientes penitenciarios. Porque desafortunadamente, y a consecuencia de la crisis penitenciaria que se viene padeciendo, pocas son las instalaciones que ofrecen servicios ginecológicos a las mujeres, o inclusive las condiciones donde los niños no son también penalizados por la prisión de las madres. Pocos establecimientos hay en la región que dispongan de casa cuna, que dispongan de centros de cuido y desarrollo infantil temprano, como los que los niños podrían tener si hubiesen nacido fuera de las rejas dónde están las madres. Entonces la condición femenina y sobre todo de la mujer madre en la prisión es muy compleja. Y bueno, eso es pensando en las mujeres. Cuando ya pensamos en colectivos de diversidad, y estoy pensando en la colectividad LGTBIQ, la situación todavía es peor.  Coincidimos, y esto coincide también con los estudios que se han hecho a nivel global, es el colectivo más vulnerable de las prisiones y son los que son víctimas de terribles violaciones a sus derechos humanos. Por ejemplo en Estados Unidos un estudio de 2005 reveló cifras escalofriantes donde 41% de los internos homosexuales y bisexuales sufrieron abuso sexual mientras estaban privados de libertad, versus un 9% de población varón heterosexual. Hay otros grupos que también están sumamente invisibilizados, poblaciones indígenas y originarias donde también su derecho a vivir de acuerdo con su cosmogonía y sus raíces socioculturales se ve muy dificultada por las enormes penurias que también atraviesan los sistemas penitenciarios. Es muy importante, y esto también está conectado con lo que estábamos hablando antes de la capacitación y de la formación, que el personal penitenciario, tanto de trato como de tratamiento y de seguridad, tengan una formación clara y específica acerca de la atención a estas poblaciones diversas, porque desafortunadamente hasta el momento sus realidades han sido muy invisibilizadas, y es urgente que mejore la atención a ellas, obviamente por motivos de humanidad, pero también porque, como estábamos comentando anteriormente, un sistema penitenciario con reglas claras estructurales y claras  y legítimas prepara mejor al egreso a quienes están en ellos.

¿Qué es lo que recomiendan a los países para fortalecer el sistema penitenciario y enfatizarse en su fin último y verdadero el cuál es la rehabilitación y reinserción efectiva de individuos que se encuentran en conflicto con la ley? La principal buena noticia es que existe un conocimiento científico acumulado a lo largo de las últimas décadas sobre qué es lo que los sistemas penitenciarios tienen que hacer para prevenir la reincidencia delictiva. Existe toda una evidencia sobre qué programas, qué tipo de intervenciones funcionan, que se ha desarrollado principalmente los países del hemisferio norte, pero que de a poco ha estado llegando a nuestra región y qué es el foco principal del trabajo del Banco a través de nuestros préstamos y cooperaciones técnicas con los países de la región. Una primera constatación importante que se da a través de estudios científicos, y es que a diferencia de lo que se pensaba originalmente,el paso por la cárcel no reduce, sino que aumenta la probabilidad de que las personas sigan teniendo conductas antisociales al volver a la comunidad. Un poco en reacción frente a ese hallazgo ha habido toda una serie de estudios y corrientes, digamos teóricas, que lo que han podido identificar es: cuáles son las variables o los problemas personales sociales más vinculados a la conducta delictual. Lo que antes llamábamos y que se conoce como factores de riesgo. Y hay factores estáticos y factores dinámicos. Los estáticos no se pueden modificar. Los dinámicos son sobre los que el sistema penitenciario puede trabajar, y algunos tienen más peso que otros. Esto es muy importante y  se deriva de estudios científicos que logran medir el peso de cada uno de estos factores, que era un poco lo que mencionaba antes de que en realidad la asociación con pares antisociales o tipo de cognición antisocial tiene un peso mucho más alto que la falta de empleo o educación. También otro hallazgo muy importante es que este riesgo se acumula de manera desigual en la población penitenciaria. Es decir, existe un grupo muy pequeño de privados de libertad que tienen altísimas probabilidades de reincidir. Existe después un grupo de riesgo medio que tiene probabilidades significativas de reincidir y un grupo de riesgo bajo, qué es la mayoría de la población penitenciaria, donde lo más probable es que no reincida. Lo interesante del desarrollo que ha ocurrido en las últimas décadas es que hay modelos y metodologías que nos permiten gestionar todos estos riesgos, medirlos y gestionarlos y pensar en las políticas penitenciarias de una manera integral. En particular hay un modelo, que es el modelo RNR, qué quiere decir Modelo de Riesgo, Necesidad y Respuesta que utiliza herramientas de valoración del riesgo de reincidencia, que permite identificar cuáles son las necesidades criminógenas o factores de riesgo donde hay que enfocar el tratamiento, y también la dosificación de las intervenciones que tiene que ser más intensivas para los casos de riesgo medio y alto y menos para los de riesgo bajo. Otro tipo de intervención que tiene evidencia de impacto son los tratamientos cognitivos conductuales, que han mostrado los mejores resultados en términos de ayudar a los privados de libertad de riesgo medio y alto a cambiar su forma de pensamiento y de comportamiento antisocial.

Realmente creemos que la apuesta de la región tiene que dirigirse a hacer sistemas penitenciarios que deben ser más seguros, más humanos y más rehabilitadores. Y estos tres elementos tienen una interacción entre ellos que mutuamente se apoyan y mutuamente permiten retroalimentarse y favorecer sinergias que mejoren los efectos sobre la reinserción, y por ende la seguridad ciudadana. Todos los países de la región, en mayor o menor medida, tienen pequeños avances hacia ese gran horizonte de la reforma penitenciaria, hacia sistemas seguros, humanos y rehabilitadores. Uno de los temas importantísimos en un sistema penitenciario es la seguridad. La seguridad que tiene que ser para las personas que están dentro de los sistemas penitenciarios, las personas privadas de libertad, pero también para quienes trabajan ahí. Y ahí se está trascendiendo de una visión muy policial y represiva de lo que sucede en una cárcel para pasar a una concepción más dinámica y más moderna de la seguridad con los preceptos de seguridad dinámica. La seguridad en un sistema penitenciario está dada por la propia infraestructura, por los muros perimetrales, por la tecnología, que nos ayuda a ver los movimientos de la población dentro de los recintos, también por unos procedimientos para el ingreso, para el traslado etc., pero sobretodo, sobretodo el staff.  Los vigilantes penitenciarios, los custodios, su capacidad de conocer al privado de libertad, su reacción y su intervención para evitar la escalación del conflicto es absolutamente clave. Acercar opciones para la salud física, la salud mental, el apoyo psicológico y el gran tema de las adicciones, es importante. Acercar oportunidades de superación personal a través de la educación. Y también no nos podemos olvidar de la importancia que es establecer redes de apoyo con la familia y las redes sociales para preparar el egreso. Los seis meses postegreso son absolutamente críticos. Y si una persona es capaz de tener un techo, una rutina, y algún vínculo positivo en el exterior, eso hace que su probabilidad de reincidencia decaiga. El trabajo postpenitenciario, muchas veces muy olvidado, es clave. La combinación de sistemas penitenciarios donde el personal está bien formado y tiene adecuados niveles de progresión de carrera y de motivación personal en espacios penitenciarios, qué son seguros, no lujosos, sino que permiten el acceso a esos programas, fomentan la preparación al egreso y la prevención de la reincidencia. Eso justamente incide en un ángulo de rehabilitación, y con programas basados en la evidencia, como los que ha citado Rodrigo, son la base para decir que hay buenas noticias, que la situación es difícil pero que hay formas de salir de esta encrucijada. No sin esfuerzo, pero hay guías, hay evidencia, hay ciencia detrás de todo esto, y también hay una conciencia mucho mayor a nivel político y social.  Así que me parece que estas son recetas, no son balas de plata, son ideas, es una nueva forma de trabajar el sistema penitenciario que me parece que da esperanza y luz al final del túnel.

FUENTE: BID

Beatriz-Abizanda Retos y oportunidades del sistema penitenciario en América Latina

Beatriz Abizanda

Beatriz Abizanda trabaja como especialista senior en Seguridad Ciudadana para el Banco Interamericano de Desarrollo. Ha liderado técnicamente el asesoramiento del mayor proyecto de modernización de la policía, reforma penitenciaria y prevención de violencia juvenil en Costa Rica, y también asesoró en otros programas en Uruguay, Belice, Colombia, Nicaragua, Brasil y Ecuador. Es co-autora del marco conceptual y las guías operativas del BID para el sector. Antes de integrarse en el BID, trabajó como en el Instituto de Comercio Exterior de España y en IBM España. Tiene una licenciatura en Ciencias Económicas y Empresariales (premio extraordinario) por la Universidad de Valencia, otra en gestión por la Escuela Superior de Comercio de Marsella-Provenza (cum laude), una maestría en Criminología de la Universidad de Universidad de Cambridge (Reino Unido) y un MBA por la Universidad de Georgetown (honors).

rodrigose_avatar_1541320153-96x96 Retos y oportunidades del sistema penitenciario en América Latina

Rodrigo Serrano-Berthet

Rodrigo Serrano-Berthet, ciudadano argentino, tiene un doctorado en Política Pública del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Es especialista principal en seguridad ciudadana de la División de Servicios de Innovación Orientada al Ciudadano del Banco Interamericano de Desarrollo.