Por Aimé Silva
Las cárceles no son sanas ni limpias, en Argentina los niveles de sobrepoblación son inmorales.
Claro que esta realidad es Latinoamericana y responde a múltiples causas también ancladas en el
contexto; sea la relación entre las personas que ni trabajan ni estudian y el delito, el desempleo y la
marginalidad generalizados producto de políticas neoliberales, la concentración urbana, la mayor
inequidad en la distribución de la riqueza y el correlativo menor puntaje en el índice de desarrollo
humano, los procedimientos y el funcionamiento del poder judicial, los estereotipos de géneros, la
preponderancia de la criminología mediática, etc.; lo que es seguro es que el sistema punitivo no ha
contribuido al supuesto objetivo de reducir la “inseguridad”, -entendida como la sensación de que
cualquiera puede ser víctima de un delito en cualquier momento-, y sí al aumento de la violencia,
especialmente la producida por los mecanismos e instituciones encargados del control del delito, que
muchas veces conllevan a muertes institucionales (gatillo fácil, torturas, abandono médico,
desapariciones).